martes, 19 de abril de 2011



SIN TÍTULO

    Este es el infierno
que se maquilla de rosado
a la visita
de mujeres;
un cadáver va a mi lado
imperceptible

atravesando la mañana,
danzando la balada del demonio
que hace de nosotros su comida

armonías de marihuana
y contrabajos de crack…
  
Este es el infierno

se desayuna rencores
y se unta el obtuso pan de cada día
con los pecados del pasado;

Es el menú llamado “Almuerzo”

“La Paila”


Es para comer corazones

en sangre viva,

comérselos vivos
ordenaditos,
en fila…

Hoy es viernes
acaso nos darán
refresco
endulzado de ilusiones…
   
     Este es el infierno
y te quema todos los días,

llaga tras llaga,
sueño tras sueño
llanto tras llanto,

no sé hasta cuando…

5.30 a.m.
un nuevo día
en el infierno…

Luis Alberto Campos Espinoza
(San Pedro, Pabellón 2)
UN REFUGIO AL ESTE

Fatigada/ desciendes de una nave
no sé qué mares surcaste,
dicen que el Báltico fue un refugio transitorio
y el frío caló tus huesos
como el amor tus entrañas.

Ahora nos separan las ondas filiales
en este tráfago de marismas quietas
no pude con ese viaje
también soñaba con un vuelo de gaviotas
en aquel hemisferio partido por el frío.

No fue así
el mundo se postró a tus pies
y alejaste el pétalo de una nube
con solo una palabra.

En esa porción extraña
donde el hombre vive acorralado
y el viento toca una melodía devastadora
borraste con la nieve
                           lo que amabas


Isaías Araníbar Alata
(San Pedro, Pabellón 16)
ACUARIO



Que bella eres noche oscura
que siniestra y silenciosa

Te dedico oh noche hermosa
largas horas de pensar

Eres fango, eres miedo
eres sonrisa escondida

Eres ojo acusador
eres conciencia del mundo

Eres basura olvidada
eres colchón de la gente

Eres horas de placer,
de odio y oscura pasión

Mas para mí que soy tu hijo
eres bella, noche oscura

En cada atardecer te espero
esperanzado, para adorarte

para acariciarte toda
y amamantarme de tus senos

No llores si no te quieren
no estás sola; somos dos

No llores yo te idolatro
yo te escribo y te rescato


Alejandro Velásquez Jibaja
(San Pedro, Jirón 1976)
MATÓ A OTRO PRESO


Cuántas bocas le dejaste,
dime cuantas, dos o tres?

Viste acaso como hablaban
con palabras? No compadre
con pedazos, sí compadre.

¿Qué decían? ¿Se me escapa?

¿Soy la vida?

Y cambian de color al pintarse ellas
de rojo, igualito que un clavel.

Imposible,
no son bocas, ni clavel,

sólo manchas. Sí,

esas manchas, que están secas,
las que huelen al ayer.

Mi mañana ¿Cuál mañana?

Por que nunca, un cualquiera
de nosotros, tu o yo, ese o él
tuvo un hoy, solo ayer.

Sí compadre, no mataste,
ni tampoco ese murió,

son tan solo pesadillas que nos dan
estando  aún muy despiertos,

que se vuelven espejismos,
que solo miran a los muertos.
¿cuáles muertos, esos, todos,
tú y yo, yo y él, él y ellos?

¡So cadáveres!

Sólo eso,

que se niegan a dormir.

Mi compadre,

a nosotros, hace tiempo tiempo,
a mansalva nos mató la sociedad.

Tengo sueño

¿Tú también?


José Sanone
(San Pedro, Jirón 1976)
HERMANO SOLDADO

¡Alto hermano soldado!

Tú naciste entre llanto y pobreza,
tú naciste en la tristeza
de una familia obrera.

¡Alto hermano soldado!

Que burgués no haga de ti
una garduña uniformada.

Soldado, luego de dos años
de servicio al General,
qué otra cosa te dan

tan solo una conciencia criminal.

¡Alto, baja el fusil!

Que tu sangre también
es obrera, es campesina

cubre tus oídos
ante la voz del oficial

que quiere que mates la flor
que te dio de mamar,
que te dio de comer.

¡Alto hermano soldado!

No rompas con las balas que te dan
el faro del pueblo que te vio nacer.


Ornaldo Segura
(San Pedro, Jirón1976)

MIGUEL HERNANDEZ

LAS CÁRCELES



I


Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,
van por la tenebrosa vía de los juzgados:
buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,
lo absorben, se lo tragan.

No se ve, que se escucha la pena de metal,
el sollozo del hierro que atropellan y escupen:
el llanto de la espada puesta sobre los jueces
de cemento fangoso.

Allí, bajo la cárcel, la fábrica del llanto,
el telar de la lágrima que no ha de ser estéril,
el casco de los odios y de las esperanzas,
fabrican, tejen, hunden.

Cuando están las perdices más roncas y acopladas,
y el azul amoroso de las fuerzas expansivas,
un hombre hace memoria de la luz, de la tierra,
húmedamente negro.

Se da contra las piedras la libertad, el día,
el paso galopante de un hombre, la cabeza,
la boca con espuma, con decisión de espuma,
la libertad, un hombre.

Un hombre que cosecha y arroja todo el viento
desde su corazón donde crece un plumaje:
un hombre que es el mismo dentro de cada frío,
de cada calabozo.

Un hombre que ha soñado con las aguas del mar,
y destroza sus alas como un rayo amarrado,
y estremece las rejas, y se clava los dientes
en los dientes del trueno.


II


Aquí no se pelea por un buey desmayado,
sino por un caballo que ve pudrir sus crines,
y siente sus galopes debajo de los cascos
pudrirse airadamente.

Limpiad el salivazo que lleva en la mejilla,
y desencadenad el corazón del mundo,
y detened las fauces de las voraces cárceles
donde el sol retrocede.

La libertad se pudre desplumada en la lengua
de quienes son sus siervos más que sus poseedores.
Romped esas cadenas, y las otras que escucho
detrás de esos esclavos.

Esos que sólo buscan abandonar su cárcel,
su rincón, su cadena, no la de los demás.
Y en cuanto lo consiguen, descienden pluma a pluma,
enmohecen, se arrastran.

Son los encadenados por siempre desde siempre.
Ser libre es una cosa que sólo un hombre sabe:
sólo el hombre que advierto dentro de esa mazmorra
como si yo estuviera.

Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
no le atarás el alma.

Cadenas, sí: cadenas de sangre necesita.
Hierros venenosos, cálidos, sanguíneos eslabones,
nudos que no rechacen a los nudos siguientes
humanamente atados.

Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,
tenso, conmocionado, con la oreja aplicada.
Porque un pueblo ha gritado, ¡libertad!, vuela el cielo.
Y las cárceles vuelan.