jueves, 3 de noviembre de 2011

POESIA EN LA CARCEL DE ALTA SEGURIDAD DE SANTIAGO DE CHILE






Violín





Ese árbol tiene

un violín adentro

no fue tallado aún pero está adentro

espera el día de la resurrección

árbol adentro.

Dijo el Señor Stradivarius

tengo que rescatar ese violín

tengo que quitarle la corteza que lo aprisiona

y verlo respirar al aire libre

Tengo que oírlo cantar para mi.

Ese violín

tiene un árbol adentro

tiene flores que escuchan la música callada

tiene pájaros



-Oscar Hahn-





Universo

Ese hombre tiene

el universo adentro

no se ha encontrado aún pero está adentro

espera el día de la resurrección

hombre adentro.

Dijo el Señor Carcelarius

tengo que rescatar ese universo

tengo que quitarle la corteza que lo aprisiona

y verlo respirar al aire libre

tengo que verlo brillar para mi.

El universo

tiene un hombre adentro

tiene constelaciones luminosas de estrellas

tiene un verso



-Creación Colectiva-





EL JARDINERO

Fugitivos de ellos mismos
perseguidores de irreconocible gloria
soñadores sin memoria!
...así se conocieron.
Hermano de su enemigo
orador de palabras perdidas
cuestionador de la verdad.
Aún asi...así se conocieron!

¿Hubo algo que vieron en sus adentros?
o fue el llanto que airearon los vientos
cuando la muerte en desconcierto,
avergonzada ante la luz de su propio cielo,
maldecía en su fallido intento.

¿Hubo algo?
no lo recuerdan bien,
tal vez fueron sus mejores sueños
ese que todavía no han soñado
el que los atrajo...y...
que detuvo la tristeza sin nombre,
esa que danza en su veneno
esa que golpea en las manos del misterio
para permitir reencontrarse
a aquellos que de su camino salieron.
Ahí se conocieron, ahí se detuvieron
y yo junto a ellos, en aquel minúsculo
e invisible sendero, atajo que no existe
pero que está bajo el minúsculo jilguero,
y que no necesita San Juan.
Para conseguir el verdadero deseo
punto congelado del Universo
cuna de perfección e instante de agradecimiento.
Vaciando la pesadilla de mis adentros,
en búsqueda de reencontrarme estoy,
sacudiéndome las cenizas,
soñando con ser soñador.

A alguien debo agradar,
a Dios, al Cielo, a la Vida o a un deseo
que me darán la oportunidad de cultivar un jardín,
pero primero aprenderé
a ser un agradecido jardinero!

-Mario Pedraza-





UN CIGARRO Y SU PENSAR



Un cigarro me he fumado

para que mi pensamiento sea relajado

un simple cigarro me ha permitido

pensar y sentir que soy un agradecido



La belleza de la montaña puedo mirar

el sonido de un grillo puedo escuchar

sin ayuda de un bastón, puedo caminar

una mente sana que me permite pensar



Con ambas manos puedo tomar

un papel y un lápiz que me permite expresar

que unas letras te permiten soñar

también expresar tu forma de amar



El cigarro que me he fumado

alegre y motivado me ha dejado

escribir lo que he sentido

porque soy un simple agradecido



-Antonio Orellana-









Lu.Cu.Ma : Habitante luminoso del caos





































El arte como redención

El alto, flaco y desquiciado don Quijote de la Mancha, surgió entre las cuatro paredes opresivas y la incómoda estrechez de una cárcel, de acuerdo a la versión del célebre Miguel de Cervantes. Entonces, en lo penoso del encierro, el ilustre personaje de la triste figura fue engendrado como un anhelo de libertad sin condiciones, una búsqueda de universal justicia. Y fue armado caballero y en escuálido jumento salió de aventura por los campos castellanos, listo a enderezar litigios, arreglar desvíos y zurcir algunas descosturas de lo real. En el caso del Ingenio lego la prisión no fue la ruina del impulso creador, ni el fin de su desbordada imaginación. Fue fructífera a la postre y le permitió iniciar una obra excepcional que cada día gana más lectores en el mundo.

Entre otros barrotes, otras cuatro esquinas, algunos artistas de merecido renombre también fueron confinados. Ezra Paund estuvo doce años en una estrecha cárcel, acusado de loco. Pero en ese oscuro encierro escribió su obra más ambiciosa, Cantos. El melancólico César Vallejo Mendoza vivió el momento más grave de su vida en una lóbrega cárcel del Perú, perdonen la desgracia, y luego escribió Trilce para arrojar lejos los fantasmas del encierro. El siempre vigente José María Arguedas nos entregó El Sexto luego de permanecer en una fría y brutal celda de esa prisión nacional. Los ejemplos carceleros podrían seguir. Ninguno de los nombrados arriba fue a prisión por frecuentar el robo, el asalto o la pertenencia al mundo del hampa. Pero hubo un poeta que descendió a los antros del oficio delincuencial.

Era Francoise Villon. Nadie sabe hasta ahora cómo ese bachiller en Artes, doctorado con méritos en la prestigiosa Sorbona, protegido por un clérigo de renombre, abandonó lo legal para incursionar en el crimen, el asalto y el robo. En los bajos fondos de su patria, Francia, vivió un buen tiempo como un bandolero empedernido. En su prontuario quedaron un muerto, un religioso que supuestamente era su rival en amores, 500 coronas robadas del colegio de Navarra y algún otro delito. Tantas hazañas le hicieron merecedor de la condena a la horca pública. En el vértigo de esas últimas horas dramáticas, horas definitivas de su vida azarosa, el mentado escribió le mejor de su obra. El ejercicio de la poseía le salvó del suplicio. La redención otra vez.

Entre nosotros, salvando las inevitables distancias y las lógicas diferencias, también la cárcel y el delito no acabaron con Luis Cueva Manchego o Lu. Cu. Ma. La mención de la sabrosa fruta no oculta a un varón que desde temprana edad frecuentó los suburbios de los bajos fondos, los tugurios del hampa. Esgrimió el puñal vengador, frecuentó el atraco inesperado, conoció los rigores del encierro en varias cárceles, huyó el manicomio para no enloquecer. Durante algo así como tres décadas vivió sirviendo a los dictados del monarca de los delincuentes, Caco. Hasta que renunció a esa vida bandolera. Su historia nos revela, entre otras cosas, que el arte también es redención.








Entrevista

Luis Cueva Manchego: El pintor del puñal purificado


En la llamada Galería de Arte Contemporáneo, ubicado en el actual local del INC-Loreto, se muestra en estos días la exposición pictórica de Luis Cueva Manchego, denominada La guerra. El arma de este antiguo morador del delito, asiduo habitante de prisiones, ya no es el puñal ávido de herida, de sangre ajena. Es el pincel que se extravía en colores para dar forma a un enfrentamiento crudo y cruento contra variados enemigos. Ese pincel entonces no ha perdido la capacidad de agredir, de actuar como un arma. Arma purificada por el ejercicio pictórico que le sirve al artista para abrirse paso, para sostener su propuesta, para llevar su arte a otros ámbitos, otros predios. En suma, para redimirse, con la ayuda del Señor de los cielos, según sus propias palabras.


En el dominio y las garras del soberano Caco, rey de los ladrones y asaltantes, de reos en cárceles y de hampones impunes y libres, nació el 20 de enero de 1951 el ahora pintor Luis Cueva Manchego. No es una exageración decir eso, porque entonces en Lima, en Barrios Altos, el niño que era fue recogido por esa divinidad rapaz de un ambiente familiar numeroso y sofocante, atestado y traumático, donde resaltaban los maltratos de la madre, una modesta vendedora de mercado. La pobreza aplastante de su entorno, esas primeras heridas imborrables de la falta de amor materno, estaban allí lacerando, desgarrando, generando las respuestas agresivas, violentas, de una infancia perdida desde el comienzo.

Todo en ti fue naufragio, oh abandonado, se podría decir de este personaje, citando al poeta, para graficar esa vida sin destino, sin porvenir. Lo que vino después fue el desarraigo temprano. A los 7 años fue internado en un orfelinato. En ese aislamiento, por primera vez, conoció algo de los secretos del dibujo y de la pintura. Pero iban a pasar muchos años para que el arte se convirtiera en el centro de su vida lacerada. La tecnología del atraco callejero, la cuadrada en improvisada esquina, las huellas del puñal pendenciero y la efusión de brusca sangre, pronto le ganaron como una fatalidad ineludible. Entonces su existencia parecía condenada al ejercicio del delito como profesión sin renuncia.

Ese oficio violento, desde luego, le enemistó con el sosiego y le convirtió en un asiduo visitante de presidios, un inquilino de las sombras detrás de las puertas clausuradas y los barrotes infames. El Sexto, el Frontón, Castro Castro y otros penales le hospedaron un tiempo. Luis Cueva Manchego se volvió un ser prontuariado, un personaje de la crónica roja habitual. Estaba en el fondo del mundo del hampa, en el sótano de la delincuencia. Y no parecía encontrar la enmienda, ni la huida de ese vida sórdida. Entre prisión y prisión se le fueron los años irrecuperables. Una vida perdida entre cuatro paredes. En el manicomio Larco Herrera también estuvo y se fugó después de soportar durante dos años la vida cotidiana de los dementes. En su destino entonces apareció la Amazonía.

Pero no ingresó a este mundo de variadas vegetaciones y aguas torrenciales, viajando por tortuosa carretera o navegando turísticamente por alguna arteria. En los límites de otro penal, el tristemente célebre Sepa, conoció ese otro clima, ese otro cielo, ese otro ambiente del variado y múltiple Perú. Así, encerrado otra vez disfruto de los aromas de esa tierra donde se quedaría definitivamente. Y no a ejercer sus reyertas, a esgrimir el puñal traicionero, a apoderarse de los bienes ajenos. Su vida cambio radicalmente. Es posible suponer que las divinidades tutelares del bosque acuático, donde no hay espacio para el rubro de los delitos, le iluminaron para dejar su antigua existencia. La pintura apareció entonces como ruptura con el pasado, como destino personal. El dice ahora, como un fervoroso creyente en los dones y milagros del Señor: Pinto por la misericordia de Dios. No lo dudamos.


La pequeña y modesta plaza Grau no es muy concurrida, ni es lugar atractivo para quedarse. No hay nada que admirar, nada que ver. Pero allí, Luis Cueva Manchego, comenzó a conquistar su espacio al aire libre, su derecho a pintar entre el ajetreo y la demora de la gente de todos los días. Allí, venciendo los temores, puso su caballete, dispuso sus colores y se dedicó a elaborar sus cuadros. Era un flamante pintor callejero. Desde entonces la tarea artística no el fue fácil. Tuvo que batallar contra los perjuicios que se tienen contra los ex reclusos. Pero después de tanto batallar, ha logrado imponerse y sus obras se pueden exhibir tanto aquí, en Lima o en el extranjero. Hoy, en la carretera que va de Iquitos al aeropuerto, Luis Cueva Manchego alquila un local que le sirve de taller donde pinta sin descanso.


En todo artista puede dormir y despertar un homicida revoltoso, apremiante. El arte también puede ser una carnicería sublimada, una matanza codificada y sin castigo. En toda la pintura de Luis Cueva Manchego resalta el asesinato gracias a la labor corrosiva de un puñal purificado que es su pincel. El crimen simbólico comienza contra la misma divinidad que antaño lo albergó. El abundante Caco, que rige los destinos y los atentados de tantos hampones, de los de a pie, de los cuello y corbata, ha muerto para él. Y los súbditos que le quedan son sometidos a las iras de sus colores intensos y sus rudas formas. El puñal pictórico purificando las alimañas de los alrededores.


En sus cuadros puede haber la irreverencia, la burla, contra los prestigios establecidos, los renombres que engalanan las galerías inaccesibles para tantos, como las obras que muestran a una Gioconda desenfadada, provocativa y hasta incitante. Crimen contra la belleza que excluye, que es decorado de unos pocos, de unos cuantos. Al resaltar a los héroes populares, esos mitos que surgen y se expanden fuera de los credos oficiales, de las proclamas de supuesto buen gusto, Luis Cueva como que asesina la tradicional concepción artística que se nutre de desvaídas recetas donde lo bello es una armonía petrificada y sin alma. En resolución, como decía Cervantes, Luis Cueva fue salvo por el ejercicio del arte, sublimó su cólera irredenta, purificó su arma inicial y lo utiliza sin tregua en aras de un mundo mejor.





-Tomado de Pro et Contra-